El cuerpo humano tiene sistemas u órganos que están interconectados ya sea por su cercanía o la función que cumplen en conjunto. Una conexión que no resulta tan obvia como otras, es la que existe entre el sistema digestivo y el neurológico, haciendo que lo que comamos y nuestra digestión en general tenga un efecto en nuestro estado de ánimo y rendimiento mental.
Esto sucede gracias a la comunicación entre el intestino, la microbiota, y el sistema nervioso, pues las bacterias llegan al intestino, el cual tiene neuronas que lo comunican directamente con el sistema nervioso central en el cerebro y producen sustancias usadas por las neuronas para llevar información a otros tejidos, conocidas como neurotransmisores. Cuando se tiene un eje microbiota-intestino-cerebro sano, se favorece la producción de neurotransmisores que nos hacen sentir bien, pueden ayudarnos a mejorar la cognición, la neuro protección y previenen condiciones neuropsiquiátricas.
Según Angélica Veloza, especialista en nutrición, uno de los principales elementos que potencia este beneficio es el consumo de probióticos. Los probióticos tienen la capacidad de colonizar el sistema gastrointestinal, generando un equilibrio en la microbiota la cual modula la producción de algunos neurotransmisores como la serotonina, relacionada con el control de las emociones y el ciclo de sueño, la dopamina, que participa en la regulación de la emotividad y la afectividad o la noradrenalina, que tiene una conexión con los desórdenes del estado anímico como ansiedad y depresión, entre otras.
“Teniendo en cuenta que la microbiota es muy sensible y que con pequeños cambios en la dieta se puede ver afectada, se recomienda a las personas que quieren cuidar y fortalecer su salud mental tener un buen esquema de alimentación que cubra las vitaminas del complejo B y favorezca el crecimiento de una microbiota sana permitiendo un mejor desempeño cognitivo y protección frente a las enfermedades neurológicas como la depresión y la ansiedad” comenta.
¿Qué comer y que evitar?
Existen diferentes patrones de alimentación asociados con mejoría de la reserva mental, entre estos la dieta mediterránea, la dieta DASH y una combinación de estas dos, conocida como dieta MIND. “Se recomienda consumir frecuentemente alimentos como las vegetales verdes, aceite de oliva, legumbres, pescado, avena, entre otros”, argumenta Veloza.
Por el contrario, diferentes estudios han mostrado que la dieta occidental alta en productos procesados, comidas rápidas, grasas saturadas y azúcares y baja en fibra, vegetales y frutas se asocia con daño de la microbiota debido a que favorece la proliferación de poblaciones de bacterias tipo firmicutes, las cuales se asocian con depresión, ansiedad y daño cognitivo.
En ese sentido, una buena reserva mental implica tener un buen patrón de alimentación en el que se incluyan alimentos ricos en probióticos, así como hacer ejercicio, ser activos físicamente, tener una buena red de amigos y/o familiares, desarrollar tareas intelectuales complejas y dormir bien.