Este libro se ocupa de la profunda crisis que comprometió la existencia de la primera república de Colombia entre 1826 y 1832. Tomando distancia frente al relato tradicional sobre la historia de América Latina en el siglo XIX, como un continente violento, poblado de caudillos que obran al margen de la ley y la constitucionalidad, pone en evidencia que esta primera Colombia se deshizo como consecuencia de la movilización política de un conjunto muy sorprendente de actores -individuales, pero sobre todos corporativos (municipios y cuerpos militares)- que recurrieron a los dispositivos jurídico-políticos que el ordenamiento constitucional puso a su alcance. Esta hiperpolitización comprometió la gobernabilidad de la república y a la postre arrasó con los vínculos que integraban a los territorios. Estamos, en consecuencia, frente a una crisis política que se construye en el marco de la constitución y la legalidad.  Y, aunque pueda parecer paradójico, es justamente allí donde se reproduce la conflictividad hasta subvertir el orden desde adentro, a partir de su propia institucionalidad. La violencia tiene un papel marginal en ese proceso.  

El libro deja abierta la pregunta por la pervivencia de estos fenómenos en la historia del país. ¿Hasta cuándo y porqué se mantuvo este tipo de ordenamiento legal y constitucional? ¿cuáles fueron sus características y sus implicaciones? ¿Por qué no consiguió pacificar la política? ¿qué nos dice este trabajo sobre la historia colombiana que no sepamos ya? ¿Qué relación guarda ese pasado con nuestro presente? 

1.      ¿En qué medida este libro cambia la mirada sobre la historia de América Latina? 

La historia de América Latina sigue fundamentalmente asociada a una presunta propensión a la ilegalidad y a la violencia.  Colombia es una suerte de caso paradigmática de este relato. Los colombianos sabemos que el legalismo santanderista es una particular manera de acercarse a la legalidad para torcerla. Este libro problematiza esa mirada Muestra que, por el contrario, las primeras décadas de vida republicana sentaron las bases de una cultura que hizo de la constitución y la justicia recursos fundamentales en la lucha política. 

El libro toma asimismo distancia con la tesis de la Colombia perennemente violenta. En contravía con la literatura clásica sobre la historia colombiana muestra que la violencia tuvo un papel muy residual en esta crisis. Pero quizás lo más sugestivo es que pone en evidencia que la inestabilidad estuvo asociada a una sobre-politización que terminó socavando el orden constitucional desde adentro, a partir de su propia institucionalidad. Un fenómeno que guarda resonancias con el presente.  

2.      ¿De qué manera este libro sirve para entender ese presente? 

Este libro muestra que el camino que tomó la primera república obedeció a la vitalidad de una cultura jurídico-política que comprometió la separación de Justicia y Política. La justicia no se constituyó en esa primera Colombia -y seguramente en ninguna parte del viejo imperio español en descomposición-, en una rama separada del poder público y, por el contrario, se mantuvo asociada a la política. Este fenómeno que venía del orden colonial ayuda a entender por qué todavía hoy vemos en América Latina una judicialización de los opositores políticos. Los casos actuales del Perú, Brasil, Chile y Colombia son muy dicientes. 

La segunda cuestión que plantea este libro es que las revoluciones hispánicas fueron revoluciones políticas que instauraron repúblicas en sustitución de la monarquía pero que preservaron la vigencia del derecho monárquico. Este fenómeno es muy importante y ha sido descuidado hasta ahora. Lo cierto es que hasta muy entrado el siglo XX en los expedientes judiciales se encuentran rastros de la vigencia de las leyes viejas -se citan las Siete Partidas, el Fuero Juzgo, la Recopilación de las Leyes de Indias y la Novísima Recopilación-. Mientras que el derecho civil antiguo se mantuvo vigente era simplemente imposible instaurar el imperio de la ley y el estado de derecho. Este fenómeno contribuye a explicar la difícil consolidación del derecho de propiedad en Colombia y, por ese camino, arroja luz sobre uno de los desafíos centrales que rodean la implementación del acuerdo de paz: el reconocimiento y la defensa de la propiedad de la tierra.  

Finalmente, la debilidad del Estado es un tópico recurrente en la reflexión sobre Colombia. Politólogos, historiadores, filósofos, sociólogos y tantos otros reparan sobre este fenómeno, sin proponer una explicación. Este libro lo aborda. Muestra que el estado y la nación no fueron los referentes claves de las revoluciones de independencia ni aquí, ni en ninguna parte del mundo hispánico. Demuestra que el camino que siguieron estas revoluciones hispánicas dificultó la construcción de un estado administrativo y, como ya dije, del imperio de la ley en toda la región. 

3.      ¿En qué modifica este libro lo que ya sabemos sobre el siglo XIX colombiano? 

La perspectiva de este libro cuestiona el relato tradicional del enfrentamiento entre Bolívar y Santander como un choque ideológico. Estos hombres eran ilustrados, hijos del reformismo borbónico. Su enfrentamiento fue una pugna política que se jugó entre dos modelos de república pero que no tuvo nada que ver con el liberalismo/conservatismo -entre otras cosas por que esas ideologías que apenas estaban tomando forma en los años en que discurría esta crisis colombiana- y que ese enfrentamiento tampoco se puede resolver en la oposición entre civilismo y militarismo porque como el libro explica el régimen político bolivariano dictatorial no fue militarista. Más aún el libro muestra que la “dictadura bolivariana” no se puede pensar como una dictadura moderna caracterizada por la concentración ilegítima del poder y el ejercicio de la fuerza. Fue todo lo contrario: un régimen legítimo que gozó de enorme consenso. 

La tesis del libro es que los proyectos de república que tanto Bolívar como Santander defendieron tuvieron que hacer frente al gran legado de las revoluciones: la fuerza del poder local, pero lo hicieron de distinta manera. Santander se apoyó en los nuevos municipios revolucionarios (229 municipios en su gran mayoría nuevos) mientras que Bolívar lo hizo en las capitales de provincia que venían mayoritariamente de la colonia (37 municipios). En otras palabras, el choque entre estos dos pro-hombres fue una lucha por el poder fundada en bases sociales distintas, pero ambas tuvieron una base territorial. Eso fue lo decisivo. 

En ese sentido el libro coloca el problema clave de la Colombia de hoy en el centro de la reflexión: la fuerza de los territorios. La guerra colombiana (al menos desde mediados de los años ochenta del siglo pasado) se jugó en los territorios y sabemos que la paz se va a definir ahí también. Pero no se trata de una novedad: el eje del poder político en Colombia estuvo tradicionalmente en los municipios. La primera república se deshizo porque no consiguió o no quiso expropiar los poderes de los pueblos que tomaron forma durante las revoluciones.  

La fuerza de ese municipalismo constituye el elemento diferenciador de las revoluciones hispánicas frente a las dos grandes revoluciones del siglo XVIII. Ni las Trece Colonias, ni la Francia revolucionaria asistieron a un fenómeno semejante. Inútil continuar pensando que las llamadas “revoluciones atlánticas” fueron semejantes.  

Las revoluciones hispanoamericanas por la independencia fueron revoluciones políticas que levantaron repúblicas sobre una base municipalista y preservaron intacto el viejo derecho civil.  

El autogobierno de los municipios obliga a reconsiderar el gran tema del federalismo y el centralismo. Sabemos que el siglo XIX se juega en ese dilema que propició no pocos conflictos sangrientos. Este libro explica la comprensión que los contemporáneos le dieron a estas categorías, mostrando que no se pueden asimilar al federalismo norteamericano ni tampoco al centralismo francés a pesar de que los actores tuvieran estos referentes en su horizonte. 

LA AUTORA

MARÍA TERESA CALDERÓN. Es economista, magíster en Historia y en Teoría Política y Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional de Colombia y doctora en Historia por la Sorbona (París I). Fue cofundadora y directora del Centro de Estudios en Historia de la Universidad Externado de Colombia, desde donde desarrolló trabajos sobre la historia institucional y la historia de lo político en la transición a la república. Es coautora junto a Clément Thibaud de «Las revoluciones en el mundo atlántico: una perspectiva comparada» (Taurus, 2006) y «La majestad de los pueblos. La revolución en Nueva Granada, Venezuela y Ecuador» (Taurus, 2010). Más recientemente coordinó «Política y constitución en tiempos de las independencias» (Universidad Externado de Colombia, 2017).