Llega  este domingo  20 de junio a las 8 de la noche, la serie Emma Reyes, la huella de la infancia por Señal Colombia, que en 13 capítulos de media hora, recrea desde la ficción los primeros quince años de vida de quien se convertiría, en la ‘madrina’ de muchos pintores colombianos durante sus inicios en Europa, entre ellos Fernando Botero y Luis Caballero.

Una de las artistas colombianas de mayor reconocimiento en el ámbito artístico francés, la artista plástica Emma Reyes (Bogotá 1919 / Burdeos 2003), cuyas obras se exhiben en España, en la Biblioteca Popular de América Latina de la Unesco, en Washington y en la biblioteca de Périgueux en Francia, donde se conserva un gran mural de la artista colombiana, es la protagonista de esta serie.

En los últimos años en su país natal, donde se está en deuda en términos de reconocimiento a su trabajo, ya también se han abierto espacios para conocer su obra, como la Colección de Arte del Banco de la República, que cuenta con tres de ellas; el Museo La Tertulia en Cali y la Fundación Arte Vivo Otero Herrera, donde reposa gran parte de su creación.

Nicole Santamaría, Ernesto Benjumea, Indhira Serrano, Juan Sebastián Calero, Jennifer Steffens, Nórida Rodríguez y Juan Ángel, entre otros reconocidos artistas, acompañan a las debutantes Luciana Garnica, Angie Ramírez y Valeria Emiliani, que dan vida a Emma en diferentes momentos.

Ambientada en la Bogotá de los años 20, esta serie narra la cruda experiencia que vivió Emma durante su infancia, luego del abandono de su madre en una estación de tren, cuando tan solo tenía cuatro años de edad. Desde su nacimiento fue objeto del desamor y presa de la pobreza extrema. Analfabeta hasta los 18 años, pues nunca estuvo en un aula de clases, permaneció encerrada, junto a su hermana, en un convento durante 15 años, bordando prendas para prestantes familias y miembros de la iglesia.

Sin embargo, la dureza de esos primeros años fue lo que hizo de Emma Reyes una mujer decidida a romper con los esquemas de su época y lo que la llevó a escapar para, de aventón en aventón, buscar otros mundos. Fue así como llegó a Buenos Aires y obtuvo una beca para estudiar en París donde desarrolló su talento innato. Las plazas y mercados de los diversos países de Latinoamérica por donde pasó quedaron grabados en su mente para ser plasmados posteriormente en dibujos y pinturas.

“En su trabajo como pintora se podía ver su obsesión por el trópico y en sus obras mostró su exuberancia. También fue reconocida por su pintura figurativa al plasmar bodegones, naturaleza y gente común y corriente”, asegura su amigo e historiador Álvaro Medina, uno de los tantos con los que la casa productora conversó durante la exhaustiva investigación que los llevó a viajar a Francia para entrevistarse con amigos y conocidos de la artista, en el mismo lugar que ella habitó.