La película cuenta la historia de Carlos quien vive en un hogar para jóvenes en el centro de Bogotá y anhela pasar la navidad junto a su madre y hermana. El 24 de diciembre Carlos se confronta con el rigor de las calles de su barrio, donde impera la ley del más fuerte, del más macho: deberá decidir entre seguir estos códigos de masculinidad o confiar en su intuición.
Justamente, desde la primera infancia se establecen una serie de construcciones sociales en torno al género, lo que significa ser mujer y ser hombre. Estos conceptos, que se reciben en el hogar, la escuela y otros espacios, se afianzan o se cuestionan con el pasar de los años.
Uno de ellos está relacionado con lo que significa ser varón. Hay una gran variedad de acciones relacionadas, sin duda cuestionables, como no llorar ni dar muestras de cariño en público, tomar mucho licor, ser capaz de bañarse con agua fría, tener muchas mujeres -incluso simultáneamente- y llevar el dinero a la casa mientras la mujer se dedica a cuidar el hogar.
Aunque pensamientos como estos pueden resultar anecdóticos para muchas personas, en algunos espacios, como la calle o instituciones militares, de reclusión y aun educativas, ser percibido por los demás como un varón puede determinar tener o no tranquilidad e incluso la diferencia entre adaptarse o morir.
El cineasta Fabián Hernández aborda de manera profunda este tema en su ópera prima Un varón, que explora un poco su experiencia de niño y adolescente en las calles del centro de Bogotá y permite ver con otros ojos lo que allí ocurre, en un relato potente y emocional premiado internacionalmente, que le tomó varios años concretar.
Su relato sobre cómo la película se inspira en sus propias experiencias de adolescente es muy duro, pero también bastante honesto, pues en medio de las posibilidades en su contra, superó la violencia que hoy narra en su película.